Michael Moore es sinónimo de polémica. No solo por el estreno de su documental Fahrenheit 9/11, una oda de dos horas llena de “argumentos” para derrumbar al presidente norteamericano George W. Bush en las próximas elecciones, utilizando las propias declaraciones y actos del mandatario para dejar en descubierto su ineptitud en el cargo y la presencia de intereses personales en la intervención militar de Irak.
Para nadie es secreta la ineficiencia de Bush al mando de La Casa Blanca. Sobran los motivos para sacarlo a patadas de ahí. Sin embargo, Michael Moore posee una cualidad que lo vuelve único en su estilo: Es un alquimista capaz de conjugar manipulación y credibilidad sin perder la reputación en el intento. Fahrenheit 9/11 es la confirmación de ese don.
Para nadie es secreta la ineficiencia de Bush al mando de La Casa Blanca. Sobran los motivos para sacarlo a patadas de ahí. Sin embargo, Michael Moore posee una cualidad que lo vuelve único en su estilo: Es un alquimista capaz de conjugar manipulación y credibilidad sin perder la reputación en el intento. Fahrenheit 9/11 es la confirmación de ese don.
Alto, regordete, algo desaliñado, usa gafas, una chaqueta y siempre, invariablemente, una gorra de baseball. Ese es el viejo Mike, parece un estereotipo del hombre gringo de clase media. Pero pocos conocen la historia detrás de él, su polémica carrera tiene décadas de ruido, una piedra en el zapato del sistema.
A los 18 años, aprovechando un descuido técnico-legal en el reglamento interno, se convirtió en Director de su escuela en Michigan y en el más joven en la historia de los Estados Unidos. Comenzó su carrera como editorialista y activista político en diversas publicaciones.
En 1989 Michael vendió su casa y jugó al Bingo, con el dinero obtenido filmó su primer documental: Roger & Me, el cual aborda el derrumbe de la economía local en su pueblo natal debido al cierre de una planta de la General Motors.
Obtuvo reconocimiento únicamente en su país, el suficiente para dirigir una película de ficción Canada Bacon (1995), donde un torpe Presidente para distraer la atención de su pésimo mandato decide declararle la guerra a Canadá (¿Profético?). Así como la acida serie TV Nation.
En este punto Michael comenzó a escribir libros (Downsize this!) y dirigir documentales seriales (The Big One, The Awful Truth), donde denunciaba los abusos de las grandes corporaciones y los problemas de la cultura anglosajona.
Su nombre saltó a la fama mundial por su obra Masacre en Columbine (Bowling For Columbine, 2002), fue el primer documental en competir en el Festival de Cannes en 46 años. Ganó un premió especial en tal evento y además el Oscar, al recibir la presea arremetió contra Bush llamándolo “Presidente Ficticio”. Las cartas para Fahrenheit 9/11 ya estaban puestas.
El estilo de Moore es básicamente igual en todas sus obras. Sostiene una clara postura y ataca al enemigo. A base de sarcasmos, hechos verdaderos pero no contextualizados y momentos incitantes construye discursos consistentes. No dice la verdad precisa, pero tampoco miente. Michael Moore es un genio, no cabe duda, pero no se debe tomar su obra como la verdad absoluta, ya que a final de cuentas, solo es un punto de vista.
1 comentario:
A mi no se porque el look de Moore me recuerda un poco a Oscar Cadena... jajajaja
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