Tomaron un taxi para volver a casa de Fiona. El taxista iba oyendo una emisora cuyo locutor hablaba sobre Kurt Cobain. A Will le llevó un rato entender el extraño tono que empleaba.
-¿Qué le ha pasado? -preguntó Will al taxista.
-¿A quién?
-A Kurt Cobain.
-¿El chalado ese de Nirvana? Se voló la cabeza de un tiro.
-¿Ha muerto?
-No. Sólo tiene una jaqueca. Pues claro que ha muerto, hombre.
Will no se mostró particularmente sorprendido. Era demasiado viejo para eso. De hecho, la última muerte de una estrella del pop que lo había impresionado había sido la de Marvin Gaye, y de eso hacía..., ¿cuántos años?
Lo pensó mejor: el 1 de abril de 1984. Caramba, había pasado casi una década. Así pues, tenía veintiséis, una edad en que esas cosas aún significaban algo; a los veintiséis años era muy probable que todavía tararease las canciones de Marvin Gaye con los ojos cerrados.
Ahora ya sabía que las estrellas del pop que un buen día se suicidaban eran moneda corriente. La única consecuencia de que Kurt Cobain se hubiera pegado un tiro era que Nevermind sonaría mucho más cojonudo que antes. Ellie y Marcus no tenían edad suficiente para entenderlo. Pensarían que aquello significaba algo, y se sintió preocupado.
-¿No es ése el cantante que le gustaba a Marcus? -preguntó Fiona.
-Pues sí...
De repente, Will tuvo miedo. Jamás en su vida había experimentado la clase de intuición, de empatía, de conexión que tuvo en ese momento. Qué típico, pensó, que fuese Marcus, y no Rachel o una mujer que se pareciera a Uma Thurman, quien provocase semejante sentimiento.
-No quiero pensar nada malo, pero ¿puedo subir contigo a ver si Marcus ha dejado algún mensaje en el contestador? Sólo quisiera cerciorarme de que está bien.
No lo estaba. Había llamado desde la comisaría de un lugar llamado Royston, y su voz sonaba pequeña, asustada, muy sola...
-¿Qué le ha pasado? -preguntó Will al taxista.
-¿A quién?
-A Kurt Cobain.
-¿El chalado ese de Nirvana? Se voló la cabeza de un tiro.
-¿Ha muerto?
-No. Sólo tiene una jaqueca. Pues claro que ha muerto, hombre.
Will no se mostró particularmente sorprendido. Era demasiado viejo para eso. De hecho, la última muerte de una estrella del pop que lo había impresionado había sido la de Marvin Gaye, y de eso hacía..., ¿cuántos años?
Lo pensó mejor: el 1 de abril de 1984. Caramba, había pasado casi una década. Así pues, tenía veintiséis, una edad en que esas cosas aún significaban algo; a los veintiséis años era muy probable que todavía tararease las canciones de Marvin Gaye con los ojos cerrados.
Ahora ya sabía que las estrellas del pop que un buen día se suicidaban eran moneda corriente. La única consecuencia de que Kurt Cobain se hubiera pegado un tiro era que Nevermind sonaría mucho más cojonudo que antes. Ellie y Marcus no tenían edad suficiente para entenderlo. Pensarían que aquello significaba algo, y se sintió preocupado.
-¿No es ése el cantante que le gustaba a Marcus? -preguntó Fiona.
-Pues sí...
De repente, Will tuvo miedo. Jamás en su vida había experimentado la clase de intuición, de empatía, de conexión que tuvo en ese momento. Qué típico, pensó, que fuese Marcus, y no Rachel o una mujer que se pareciera a Uma Thurman, quien provocase semejante sentimiento.
-No quiero pensar nada malo, pero ¿puedo subir contigo a ver si Marcus ha dejado algún mensaje en el contestador? Sólo quisiera cerciorarme de que está bien.
No lo estaba. Había llamado desde la comisaría de un lugar llamado Royston, y su voz sonaba pequeña, asustada, muy sola...
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