Tenía cuatro años sin tirar un libro al bote de basura.
En este caso desde antes de la mitad ya sentía el impulso de hacerlo, pero en verdad quería ver la película conociendo la historia original y por disciplina me obligué a chutarme este chantaje emocional malo de 260 páginas que terminó por decidirme a mejor no ver la cinta.
En este caso desde antes de la mitad ya sentía el impulso de hacerlo, pero en verdad quería ver la película conociendo la historia original y por disciplina me obligué a chutarme este chantaje emocional malo de 260 páginas que terminó por decidirme a mejor no ver la cinta.
Hay muchas cosas que me rompieron el ritmo y deseo, entre los anacronismos (del libro original y la traducción) y la manera tan estructurada y cuadrada en que Stephen Chbosky marca los patrones de conducta de sus personajes. Raya en la soap opera. Y soy muy neurótico con algunas cosas que me resultan básicas para embarcarme en la trama de una novela, que no me funcionaron en ninguna, ni en la versión original en inglés ni en español:
De entrada el género epistolar a mi me cuesta mucho trabajo, se necesita ser un escritor auténtico y nato para poder escribir algo en ese formato y dar paso a una identidad real a los personajes sin que se filtre la voz del propio autor, ni se entremezcle la de todos en cada epístola. Y pues no, aunque no hay ni siquiera cartas de correspondencia Chbosky tiene un desmadre.
El truco de las cartas sin respuesta es astuto para justificar esa vía y darle fluidez a su narración, pero ni siquiera necesito buscar la biografía del autor para afirmarles sin temor a equivocarme que por la selección musical (a excepción del forzadísimo Nirvana) y algunos rituales sociales este tipo tuvo 16 años de edad (la de sus personajes) durante la primera mitad de los ochenta, 85-86 máximo, y que el libro lo escribió ya entrados en el siglo XXI. De hecho todo el libro me la pasaba preguntando por qué no ubicó la trama a finales de los 90 y con correos electrónicos, más allá de la música, la nostalgia por esa época "significativa" para el joven adulto contemporáneo y la ausencia de redes sociales no encuentro otro motivo justificable.
En algunos puntos medio me identifiqué con Charlie, el protagonista; tengo un amigo escritor cuya relación con él se basa básicamente en esta misma dinámica de escribirle cartas donde le cuento mi vida y casi nunca contesta, pero cuando nos vemos sé que ha leído todo. De modo que hay partes de la evolución de esa onda que no termino de comprarles al 100%. Capto todo su intento por el arraigo y el sentido de pertenencia, pero Charlie es una caricatura que corre en círculos, hay pasajes donde llora en tres ocasiones distintas, por diferentes motivos, ¡en la misma página! Es risible seguirle el juego, menos creerle su supuesta sensibilidad que al final **SPOILER** resulta ser esquizoide. En un giro como de Scooby-Doo **FIN DEL SPOILER**
Aunque nos gusten los desadaptados, aunque el propio título del libro traicione el argumento de no ser indistinto. Y si era intencional eso, pues peor :-S
Todos los personajes son muy cortitos, se mueven en los mismos ciclos, pero no por su personalidad, más bien te da la sensación de que Chbosky no se le ocurría otra sucesión de actos y líneas en las cuales moverse.
La traducción al español es algo muy aparte, en resumen, es funcional y tiene partes forzadas con esta fijación por querer regionalizar el lingo de los chavos de hoy, cuando es una historia protagonizada por chavos de 1991, se logra esa sensación cutie pero desentonada, como de Donkey pidiendo tamales en Shrek, pero eso es mínimo, en si lo que más me sacaba de quicio era ver que metían expresiones como "fajar" o "echar un cake" junto a palabras que nunca usa un chico de 16 años de edad. De lo cuál la bronca viene del propio autor original, casi no le crees la voz del niño, el discurso, su lenguaje, la reiteración mecánica, podría decirse que todo. Acá un ejemplo:
De entrada el género epistolar a mi me cuesta mucho trabajo, se necesita ser un escritor auténtico y nato para poder escribir algo en ese formato y dar paso a una identidad real a los personajes sin que se filtre la voz del propio autor, ni se entremezcle la de todos en cada epístola. Y pues no, aunque no hay ni siquiera cartas de correspondencia Chbosky tiene un desmadre.
El truco de las cartas sin respuesta es astuto para justificar esa vía y darle fluidez a su narración, pero ni siquiera necesito buscar la biografía del autor para afirmarles sin temor a equivocarme que por la selección musical (a excepción del forzadísimo Nirvana) y algunos rituales sociales este tipo tuvo 16 años de edad (la de sus personajes) durante la primera mitad de los ochenta, 85-86 máximo, y que el libro lo escribió ya entrados en el siglo XXI. De hecho todo el libro me la pasaba preguntando por qué no ubicó la trama a finales de los 90 y con correos electrónicos, más allá de la música, la nostalgia por esa época "significativa" para el joven adulto contemporáneo y la ausencia de redes sociales no encuentro otro motivo justificable.
En algunos puntos medio me identifiqué con Charlie, el protagonista; tengo un amigo escritor cuya relación con él se basa básicamente en esta misma dinámica de escribirle cartas donde le cuento mi vida y casi nunca contesta, pero cuando nos vemos sé que ha leído todo. De modo que hay partes de la evolución de esa onda que no termino de comprarles al 100%. Capto todo su intento por el arraigo y el sentido de pertenencia, pero Charlie es una caricatura que corre en círculos, hay pasajes donde llora en tres ocasiones distintas, por diferentes motivos, ¡en la misma página! Es risible seguirle el juego, menos creerle su supuesta sensibilidad que al final **SPOILER** resulta ser esquizoide. En un giro como de Scooby-Doo **FIN DEL SPOILER**
Aunque nos gusten los desadaptados, aunque el propio título del libro traicione el argumento de no ser indistinto. Y si era intencional eso, pues peor :-S
Todos los personajes son muy cortitos, se mueven en los mismos ciclos, pero no por su personalidad, más bien te da la sensación de que Chbosky no se le ocurría otra sucesión de actos y líneas en las cuales moverse.
La traducción al español es algo muy aparte, en resumen, es funcional y tiene partes forzadas con esta fijación por querer regionalizar el lingo de los chavos de hoy, cuando es una historia protagonizada por chavos de 1991, se logra esa sensación cutie pero desentonada, como de Donkey pidiendo tamales en Shrek, pero eso es mínimo, en si lo que más me sacaba de quicio era ver que metían expresiones como "fajar" o "echar un cake" junto a palabras que nunca usa un chico de 16 años de edad. De lo cuál la bronca viene del propio autor original, casi no le crees la voz del niño, el discurso, su lenguaje, la reiteración mecánica, podría decirse que todo. Acá un ejemplo:
Creo que mi frase favorita de la novela es esa de “Aceptamos el amor que creemos merecer”… Pero no vale la compra del libro.
Hay más cosas que tengo en la cabeza para poner por qué no me gustó, pero ya son demasiadas letras para la peor novela que leí en el año. Aún no salgo de la impresión del revuelo que esta cosa provocó en sitios como Tumblr. Ojalá tuviera 18 años para encontrarle algo que sienta auténticamente inspirador o trascendente.
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