Leonard Cohen entró de lleno a mi vida gracias a un entrañable texto que Gaal escribió en su blog muerto (valga la ironía), donde me hizo escuchar (no oír) por primera vez lo que había enterrado en la hermosa letra de Chelsea Hotel #2.
Una balada eterna para estos, nosotros, que sabemos que habremos perdido todo, pero siempre tendremos la música. Un himno que siempre ha estado ahí, primero como consuelo, luego como cómplice casi conyugal.
Ahora, en uno de los momentos más jodidos de la humanidad este héroe mío decide irse de la fiesta, y sí, me siento un poco destrozado.
A la mitad de esta depresión por el futuro, donde ninguna melodía me entraba, esta fue la única que tuvo eco en mi duelo:
Únanse en el quebranto
y recen porque llegue a mí,
la fragancia de todas esas promesas
que nunca te atreviste a jurar.
Las astillas que cargas,
la cruz que dejas atrás,
que sanen a este cuerpo
que curen a la mente.
Quién diría que sería también tu réquiem.
Ya te extraño, Leonard.
Ah, but you got away, didn't you, babe?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario