lunes, abril 05, 2010

Dealers, dildos y defeños: Año nuevo 2008

.

Con media dedicatoria a Toño Sempere,
que me recordó algo que no debía haber olvidado.


Medianoche, 31 de diciembre de 2007. Doy el abrazo a todos los miembros de mi familia. Aun no terminan las campanadas y ya estoy trepando la maleta al auto. Tenía esta urgencia, de moverme, de viajar. El plan era simple (y ahora que lo veo a la distancia, predecible). La idea era ir a media noche, en las primeras horas del año nuevo a la central de autobuses y tomar el próximo viaje que saliera con destino a "quiensabedónde".

Con salidas cada 15 minutos, obviamente el destino terminó siendo el D.F. Un día antes había tomado mis providencias, avisando de mi muy probable visita. Al final, todo se trataba de ir a donde el timing, el destino y la casualidad (o causalidad), nos llevara.



Llegamos a un hotel, muy viejo, muy mono e indirectamente claustrofóbico. Pasillos estrechos y alfombrados, paredes de madera, cuartos mínimos. Pulcro, como sacado de una novela de Stephen King, cuando entré al baño de mi habitación y encontré el papel higiénico doblado en punta me frikié cabrón, quienes vieron 1408 entenderán.


salí corriendo a revisar el número de habitación

El Hotel Segovia, tiene la gracia de tener tarifas muy baratas, casi de motel, y encontrarse en Av. Chapultepec a escasos metros del metro Insurgentes, y a un par de calles del Ángel de la independencia, justo en los linderos de la Zona Rosa. Lo que te permite estar muy cerca de una zona turística y amigable cuando es de día, pero por la noche... bueno, descubriría que la historia es otra.

Las causas (y azares) pusieron una cartelera de cine en mis manos y la posibilidad de ver la adaptación de una de novela negra que es de mis favoritas de todos los tiempos: The Black Dahlia de James Ellroy, dirigida aquí por Brian De Palma. La función que me quedaba era en los Cinemas Lumiére Reforma. A una cuadra del ángel de la independencia. A las 10:30 de la noche...

Pues me ganó el fan rush y entré.



El cine estaba mono, y no tenía nada que ver con nuestras provincianas salas de cine, donde ya hemos erradicado esa costumbre de poner un pasillo en medio de la sala, donde están los mejores lugares justamente. Pero yo no le dí importancia y me senté, con mi bote de palomitas y mi refresco a disfrutar la película.

Luego, cuando noté que Scarlett Johansson no salía por ningún lado, que los escenarios eran raros y que los actores hablaban en turco, comprendí que me había metido a la sala equivocada. Corregí mi error y entré a la correcta.



Y bueno, sobre la película... cualquier director que mata a Aaron Eckhart a los 30 minutos de iniciar su película, para dejarle el protagónico de los restantes 90 a Josh Harnett, debería considerar seriamente dejar de consumir lo que ha estado inhalando, o verificar de perdida si no es Canderel.

Salgo de ahí pasadita la medianoche, y recuerdo que necesito un rastrillo , pasta dental y hacer una compra absurda, de modo que entro al Sanborns, consigo todo eso más la última edición de Letras Libres que pagaría en mi vida (en qué momento se convirtió en "Proceso para el intelectual de moleskine y guarache"?). Bajo por Florencia y no llevo ni una cuadra caminada cuando me percato de que estoy en una calle retacada de bares, centros nocturnos, she-males, prostitut@s, drogas, vampiros y sirenas, toda esa fauna habitando cada tres metros cuadrados.

Intento aplicar la técnica de caminar como si fuera por un prado de margaritas, pero vale madres al poco rato, cuando comienza a stalkearme un dealer terco en que le compre tachas. Luego de media cuadra con este güey persiguiéndome se me ocurre meterme al primer lugar seguro que encuentro...


Con música de mini-súper como fondo y vibradores de todos los colores (del arco iris) colgando de los muros, el lugar resultó ser un refugio aceptable en lo que mi acosador se decidía a buscar nuevos clientes potenciales, estaba pintoresco de menos, así que di una vuelta por el lugar.

Es curiosa la clase de clientes que tienen ahí a esas horas. De entrada recuerdo que eramos sólo hombres. Quién más me llamó la atención fue un señor maduro, gordo, desaliñado, como de 45 años, ropa sucia y rota, con aspecto de dormir en la banca de un parque, acompañado por un jovencito como de 18 años, pulcro, acicalado, de vestir, con camiseta a rayas y zapato impecable. Ambos caminaban juntos a lo largo del pasillo, observando los artículos que colgaban de la galería. Al final se decidieron por uno, el más grotesco y anatómicamente escandaloso. Se dirigieron a la caja, con un cargamento adicional de accesorios y pagó todo mi amigo el abuelo!

Ya había visto suficiente, así que decidí irme, estaba por salir cuando me intercepta el encargado de seguridad de la tienda y me pregunta con el más puro y nativo acento chilango.
-Momento, momento, ¿qué es lo que lleva en la bolsa joven?
Yo la abro para que se asome, y al ver el contenido de mis compras en Sanborns el guardia voltea a verme mudo y estupefacto, con cara de "qué porquería pervertida tenías en mente?", y me deja ir.

La calle está relativamente despejada, y camino ya más tranquilo por la calle de Genova, con tanto ajetreo me dio hambre, así que se me ocurre pasar al Seven-eleven que está ahí por algo rápido.
Entro, tomo una donas Bimbo, saco un botecito de leche del refri y me dirijo a pagarlos, cuando me detengo en seco, mirando el suelo frente al mostrador de la caja, con la mirada fija y de seguro con un perfecto semblante de pendejo, porque el cajero se da cuenta de mi cara y se asoma por encima para ver lo mismo que yo:

Un homeless dormido en el suelo al pie del mostrador...



De modo que era imposible pagar sin pisar al menos la camita de cartón del vagabundo. Al encargado del súper no le hizo mucha gracia encontrarse con que tenía un inquilino, así que lo despiertó y lo corrió a gritos del lugar.

Más tarde mientras cenaba, me partía de la risa recordando todo lo sucedido. "Esto tengo que subirlo al blog en cuanto llegue a casa", me dije a mi mismo... hace más de dos años.

¿Qué sucedió? ¿Por qué tardé tanto? En parte lo que pasó fue la vida misma, en ese momento no tenía idea, pero me encontraba a un par de semanas de que entrara a mi mundo algo que representaría un nuevo, luminoso, festivo y atareado capítulo de mi vida.

Aquel primer viaje al DF "nomás porque sí" me marcó definitivamente, por eso es un ritual que vengo repitiendo desde entonces, en diversas ocasiones a lo largo del año.

En esa misma visita, en última comida antes de irme, Annie y yo optamos por un sushi, en un lugar donde te regalaban galletas de la fortuna al final de la merienda. Aquella ocasión este fue mi mensaje:




Creo que tenía razón...
.
.
.

4 comentarios:

Esto es: dijo...

Hoy te leo a las casi 3:00 AM...línea tras línea, y no pude parar de leerte incluso cuando había llegado al fin del texto...¿y sabes qué? Eres un amor, tienes razón: voy a hacer más navegable mi blog, y menos egoista mi cabeza...¡Gracias! ya te debo miles;

Lucía

ferrari1 webos a todos dijo...

buen hotel cerca de la zr
pue esos cines estan padres y pasan nocualquier pelicula, enfrente hay un cafecito muy tranquilo paradespus del cine, es lo malo q se les ocurre irse poir florencia cuando toquen tarjeteros solo diles "no gracias " y despues ignoralos, meterte a una sexchop jajaja di q no fuiste violadojajaajaj ahora si me rei e tu definicon de la zona rosa jajajaja y pensar q toda mi vida me la e pasado aqui en zr

Anónimo dijo...

¡Gran lectura, York! No cabe duda de que el Distrito Federico se convierte en locación para película de Jarmusch a ciertas horas de la noche. Pero mi pasaje favorito es la descripción que haces a Letras Libres... ¡Genial!

yorkperry dijo...

Esto es: Gracias! es me un cumplido lo que me dice, creo, a su modo pues...

Ferrari: Jajaja gracias por los tips! Ya a esta altura le hemos agarrado un poquito de cayo a esa zona tan peculiar de la ciudad XD

Toño: Eso! El DF es 100% Jarmusch, jajaja qué chido, captaste la pedrada a los clichés XD

Un abrazo!

Plugin relativo para WordPress, Blogger...