Domingo, 4 de diciembre de 2005,
medio día...
Magritte entre hojas,
Dylan entre crepas.
instante eterno.
grabado, perpetuo.
Amé una vez a una chica
su piel era de bronce.
Con la inocencia de un cordero
era dulce como un ciervo.
La cortejé con orgullo, pero ahora se ha ido
como la estación que se llevó consigo...
En la joven brisa del verano
la llevé lejos
de su madre y su hermana
aunque se mantuvieran unidas.
Cada una sufriendo
los fracasos de su tiempo,
con las riendas de la culpa
intentaron guiarnos.
En la joven brisa del verano
la llevé lejos
de su madre y su hermana
aunque se mantuvieran unidas.
Cada una sufriendo
los fracasos de su tiempo,
con las riendas de la culpa
intentaron guiarnos.
De las dos hermanas
amé a la menor.
De instintos delicados
ella era la creativa,
la eterna cabeza de turco
perdida fácilmente
por los celos de otros que la rodeaban.
Con su parásita hermana
no tuve respeto,
obligada por el tedio
a proteger su honor.
Incontables aspectos de la otra reflejados
como una muleta para sus escenas y su sociedad.
Yo por lo que hice
no puedo excusarme
incluso los cambios que estaba sufriendo
no pueden justificarme
de las mentiras que le conté
en la esperanza de no perder
a la posible amante de mis sueños,
de toda mi vida.
Con conciencia inadvertida
poseí en mis manos
su precioso mantel,
aunque quebrando su corazón
sin comprender que yo había caído
en el pecado de la falsa seguridad del amor.
Desde la ira dibujada
a la tranquilidad prefabricada,
respuestas huecas, huelgas de voz
Hasta que en la lápidas del dolor
no quedó otra pregunta sino
“Por favor, ¿Qué es lo que está mal y
qué sucede exactamente?”
Y así sucedió,
como si hubiera estado previsto
la explosión atemporal
del sueño fantasioso,
en el apogeo de la noche
el rey y la reina
se hicieron pedazos.
“¡La trágica figura!” su hermana gritó
"¡Déjala en paz! ¡Que Dios te maldiga! ¡Lárgate ya!”
Y yo en mi armadura, dando media vuelta,
y clavándola a ella en las ruinas de su mezquindad.
Bajo una bombilla desnuda
retumbó el enyesado,
su hermana y yo
en un campo de batalla de gritos
y ella en medio
la víctima del sonido,
pronto aplastada
como una niña hacia sus tinieblas.
Todo se ha perdido, todo se ha perdido
admítelo, emprende el vuelo
amordazado en la contradicción
lágrimas cegando mi visión
mi mente estaba destrozada
corrí en la noche
dejando las cenizas del amor tras de mí.
El viento golpea mi ventana
el cuarto está húmedo.
Las palabras para decir: “Lo siento”
aún no las he encontrado.
A menudo pienso en ella
y espero que quienquiera que esté a su lado
sea consciente de lo preciosa que es.
Ah, mis amigos desde la cárcel me preguntan:
“¿Cuanto? ¿Hasta qué punto
se siente uno bien estando libre?”
Y yo misteriosamente les contesto:
“¿Están las aves libres
de las cadenas del cielo?”
Ballad in Plain D- Bob Dylan
(Patéticamente aún me la sé
pero jamás he vuelto ahí)
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