viernes, abril 10, 2009

Ficcionario I: Esquimal en Japón

Acababa de llegar a ese país completamente extranjero. Con el jet lag en las espaldas y un pescado de aerolínea sin marcas de arpón. Bajo el sol de Osaka todo camina en cámara lenta, como ese lenguaje de murmullos que llena las calles en un río de divagaciones que terminan tomándote significados personales, transferencia de neurosis, un acto reflejo del insomne. Los gatos maúllan, las vacas mugen, podría recitarlos a todos.

La vigilia producida por el jet lag tiene una sensación muy peculiar, siento que puedo describirlo con una imagen... es algo así como un búho asomando la cabeza desde dentro de una piscina. Todo funciona a la inversa, la lengua de ellos son las voces en tu cabeza y para respirar necesitas sumergirte. Cada bocanada de agua te trae visiones extrañas de algún paralelo. Arquitectos esquimales, forajidos con bandanas en la cabeza, sapos acariciando lagartijas, una mujer gato... Tengo el estilo pero no la gracia. Tengo la ropa pero no el rostro... Abres los ojos y has tomado el tren subterráneo.

El lugar está atestado, de algún modo la marea de enanos te ha llevado al pasillo que conecta con el siguiente vagón, el cual está blanco e inmaculado, con muchos orientales uniformados de saco y corbata con la mirada perdida en la nada, y bastantes asientos desocupados. A pesar de que una voz que no quiero reconocer como familiar intenta advertirme algo, atravieso el pasillo y entro al vagón vecino, todos los pasajeros voltean a mirarme en coro. Es ahí donde me doy cuenta que visto justo igual que ellos, excepto por el bombín que llevo en la cabeza.

Tomo asiento y mi clon de ojos rasgados que está enfrente me observa detenidamente. Yo respiro, saleros vacíos, cloro en los ojos, maletas en la entrada, el muchacho tiene una cicatriz disimulada que le atraviesa media cara, lo observo tanto que siento que tengo que saludarlo con mi sombrero, lo hago, él me sonríe, luego le siguen todos...

Más tarde en la estación mi representante me contó que ese vagón era exclusivo para los mafiosos del lugar, ninguna persona a la que le importara su integridad se atrevía a entrar ahí. Entonces lo pensé un momento, cerré los ojos, sentí la brisa de la piscina y sólo atiné a respónderle:

- ¿Qué quieres que te diga? Dime dónde duele y te diré a quién llamar...


Ficcionario I : Esquimal en Japón.

(cuando se vuelve necesario correr aun más,
todavía nos queda la ficción)








3 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo estoy segura de que sientes algo.

Celestina Tercioipelo dijo...

Caray, una aventura tortuosa.

(¿A quién llamar, por ejemplo, en caso de dolor de cabeza? ¿Cuál de todas habrá sido la mujer gato?)

Festejo la nueva etiqueta de este blog.

yorkperry dijo...

El ficcionario parte de una estructura...

dos canciones, un hecho autobiográfico y un hecho biográfico de algún autor de las canciones...


todo mezclado XD

Lo del tren y los mafiosos le sucedió a Tom Waits en la vida real la primera vez que fue a Japón

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