Amé una vez a una chica, su piel era de bronce. Con la inocencia de un cordero era dulce como un ciervo... La amé con orgullo, pero ahora se ha ido como la estación que se llevó consigo...
En la joven brisa del verano la llevé lejos de su madre y su hermana aunque se mantuviesen unidas. Cada una sufriendo los fracasos de su tiempo, con las riendas de la culpa intentaron guiarnos. De las dos hermanas amé a la menor. De instintos delicados, ella era la creativa,la eterna influenciada, perdida fácilmente por los celos de otros que la rodeaban. Con su parásita hermana no tuve respeto, obligada por el tedio a proteger su honor. Incontables aspectos de la otra reflejados como una muleta para sus escenas y su sociedad.
Yo por lo que hice no me puedo justificar, incluso los cambios que vivía no pueden excusarme de las mentiras que le conté en la esperanza de no perder a la posible amante de mis sueños, de toda mi vida. Con conciencia inadvertida poseí en mis manos su precioso mantel, aun habiendo roto su corazón, sin comprender que yo había caído en el pecado de la falsa seguridad del amor...
De la ira dibujada a la tranquilidad prefabricada, respuestas huecas, huelgas de voz... Hasta que en las lápidas del dolor no quedó otra pregunta que "Por favor, ¿Qué es lo que está mal, qué sucede exactamente?”
Y así sucedió, como si hubiera estado previsto la explosión atemporal del sueño fantasioso, en el apogeo de la noche el rey y la reina se hicieron pedazos. “¡La trágica figura!” su hermana gritó... "¡Déjala en paz! ¡Que Dios te maldiga! ¡Lárgate ya!” Y yo en mi armadura, dando media vuelta, clavándola a ella en las ruinas de su mezquindad. Bajo una bombilla desnuda retumbó el enyesado, su hermana y yo en un campo de batalla de gritos y ella en medio la víctima del sonido, pronto aplastada como una niña hacia sus tinieblas. Todo se ha perdido, todo se ha perdido admítelo, emprende el vuelo amordazado en la contradicción, lágrimas cegando mi visión, mi mente estaba destrozada, corrí en la noche, dejando las cenizas del amor tras de mí.
El viento golpea mi ventana, el cuarto está húmedo. Las palabras para decir: “Lo siento” aún no las he encontrado. A menudo pienso en ella y espero que quienquiera que esté a su lado sea consciente de lo preciosa que es....
Ah, mis amigos desde la prisión me preguntan: “¿Qué tanto? ¿Qué tan bien se siente ser libre?” Y yo misteriosamente les contesto: “¿son libres las aves de las cadenas del cielo?”....
En la joven brisa del verano la llevé lejos de su madre y su hermana aunque se mantuviesen unidas. Cada una sufriendo los fracasos de su tiempo, con las riendas de la culpa intentaron guiarnos. De las dos hermanas amé a la menor. De instintos delicados, ella era la creativa,la eterna influenciada, perdida fácilmente por los celos de otros que la rodeaban. Con su parásita hermana no tuve respeto, obligada por el tedio a proteger su honor. Incontables aspectos de la otra reflejados como una muleta para sus escenas y su sociedad.
Yo por lo que hice no me puedo justificar, incluso los cambios que vivía no pueden excusarme de las mentiras que le conté en la esperanza de no perder a la posible amante de mis sueños, de toda mi vida. Con conciencia inadvertida poseí en mis manos su precioso mantel, aun habiendo roto su corazón, sin comprender que yo había caído en el pecado de la falsa seguridad del amor...
De la ira dibujada a la tranquilidad prefabricada, respuestas huecas, huelgas de voz... Hasta que en las lápidas del dolor no quedó otra pregunta que "Por favor, ¿Qué es lo que está mal, qué sucede exactamente?”
Y así sucedió, como si hubiera estado previsto la explosión atemporal del sueño fantasioso, en el apogeo de la noche el rey y la reina se hicieron pedazos. “¡La trágica figura!” su hermana gritó... "¡Déjala en paz! ¡Que Dios te maldiga! ¡Lárgate ya!” Y yo en mi armadura, dando media vuelta, clavándola a ella en las ruinas de su mezquindad. Bajo una bombilla desnuda retumbó el enyesado, su hermana y yo en un campo de batalla de gritos y ella en medio la víctima del sonido, pronto aplastada como una niña hacia sus tinieblas. Todo se ha perdido, todo se ha perdido admítelo, emprende el vuelo amordazado en la contradicción, lágrimas cegando mi visión, mi mente estaba destrozada, corrí en la noche, dejando las cenizas del amor tras de mí.
El viento golpea mi ventana, el cuarto está húmedo. Las palabras para decir: “Lo siento” aún no las he encontrado. A menudo pienso en ella y espero que quienquiera que esté a su lado sea consciente de lo preciosa que es....
Ah, mis amigos desde la prisión me preguntan: “¿Qué tanto? ¿Qué tan bien se siente ser libre?” Y yo misteriosamente les contesto: “¿son libres las aves de las cadenas del cielo?”....
1 comentario:
hermoso se queda corto, muy corto...
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