martes, noviembre 28, 2006

Saramago no es Dios

Ayer se me ocurrió ir a la FIL, simplemente antes de salir de la oficina me saltó la idea, y aunque eso implicara atravesar media ciudad no me importó. Tenía el mood. Por fortuna donde trabajo tiene un stand en la Feria así que me dieron un súper pase de organizador, lo que me permite entrar y salir de ahí las veces que quiera sin pagar un sólo centavo.

Fui a ciegas, no tenía ni la más puta idea de cual era el programa de conferencias del día. Así que utilicé la ancestral técnica de la borregada: Donde veas que hay un montón de gente desesperada por entrar, haciendo bola y empujándose frente a una puerta, ese es el lugar indicado, donde todos quieren estar. Osea, la sala 2.

Entré sin problemas, muajajaja la ventaja de encontrarte un ex compañero de la secundaria como parte del staff. Me senté en las primeras filas y esperé a ver quien diantres convocaba a tanta gente. Poco después pusieron los personificadotes sobre el podio... Los nombres: Juan Teba y José Saramago.

Poco después llegan ambos, se trepan a la silla y todos aplauden, como simios amaestrados. Es entonces cuando en mi vida apareció ella…

Siempre hay una en cada Feria del Libro, cada año, en cada conferencia, con cada autor.
La admiradora “mírame!”
Sí, lo admito, yo las bauticé así.
Este espécimen es peculiar e infalible en cada presentación pública de cualquier literato medianamente reconocido. No posee rasgos socioeconómicos únicos, ni una apariencia característica, no, la admiradora “mírame!” sólo puede ser reconocida mediante la atenta observación de su irritante comportamiento.

Sus dinámicas de expresión son diversas. Van desde la utilización de ropa interior provocativa absolutamente visible, ya sea que se asome o por obra y arte del acto de traslucirse descaradamente para deleite hipotético del escritor, quien se supone debe notar placido la presencia de la susodicha ante tal exhibición.

Otra variante común de la admiradora "mírame!" corresponde a aquella femina que sostiene un intenso dialogo casi intimo con el escritor, sin importarle que en la sala haya otras 400 personas y que 8 metros de distancia la separen del susodicho. Aprovechando cada coma, punto y pausa del autor para responder y enriquecer la ponencia del chico al que todo mundo vino a ver.

Cabe destacar que es un arte muy sutil que el escritor pueda ignorar a la admiradora sin dejar en claro que la está mandando al diablo. Ya que eso le rompería el corazón a ella y afectaría a la larga la cartera de él.

José Saramago demostró ser una maestro en eso. Y la admiradora "mírame!" resultó estar sentada a mi lado... Chillando, pataleando y carcajeándose por encima de todos, para que se note. Terminó hartandome al grado de levantarme y salir del lugar a como diera lugar, claro de aquí a que atravesé todo el salón y salí por la puerta ya estaba llegando al final la conferencia.

Personas como esas te arruinan el placer de conocer a un gran personaje, una leyenda viviente, que no necesita de esos lastres de gente.

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Estoy muy viejo para eso!

Sin embargo lo más gracioso fue descubrir que Saramago, con todo y su premio Nobel de literatura, dice "imprimido" en lugar de "impreso"...


EPÍLOGO: Al salir de ahí en el pasillo me encontré con Jolette, si esa Jolette, la de La Academía, estaba solamente ahí, platicando con un par de chicos. Y bueno, es curioso, pero es de esas personas a las que le sientan muy bien los 7 kilos que engorda la cámara. La magia de la TV...

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Ahí sí se ve muuuuuuuuuuuy bieeeen

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