El lomo del animal se confunde con los brazos de un argentino que toma el rito del corte como un puñal. Miras la piel del cerdo que cae en tiras sobre el cazo hirviendo, una piel tan pálida como la tuya. Mientras Tadeo saca a desempolvar los genes cavernícolas su mujer nos habla sobre nuestros padres tan distintos de nosotros, bajo la ligera sospecha de que terminaremos siendo como ellos.
Miras alrededor, no quieres pensar en tu viejo, tus opciones son el árbol, sus ojos, ver freírse al cerdo, manos discretas, fugitivas, unas breves notas que escribes mientras evades el eco de raíces:
Miras alrededor, no quieres pensar en tu viejo, tus opciones son el árbol, sus ojos, ver freírse al cerdo, manos discretas, fugitivas, unas breves notas que escribes mientras evades el eco de raíces:
Tirá al rey si perdés los alfiles,
su rostro permanente como Aquiles.
El hogar está donde el corazón se encuentre.
El corrido-la música, dos cubas, tu vientre.
No seré tú, nunca tu espacio, menos tu tiempo.
En tu ausencia y derrota, cortará otro viento.
Palabra-reflejo, ese gesto imitable.
Intentas seguir con tu torpe esgrima, cuando te hace saltar el azote sobre la mesa, como si estuviera espiando tus letras Tadeo ha puesto el corazón del cerdo sobre la mesa, su sonrisa troglodita se asoma desvergonzada.
- Era innecesario, pero indispensable...
2 comentarios:
Los ojos y las manos discretas, fugitivas, no tienen la culpa de nada. Nuestros padres, en cambio, sí.
La ventaja es que siempre queda la posibilidad de ficcionar en voz alta. Algo como para festejar, ¿no le parece?
Es para festejarse, solo espero que Tadeo no se enoje por no ficcionarme su nombre XD
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